El carnaval de los mitos

 

 
La tercera es la vencida pensaban este grupo de amigos que por tercer año consecutivo se presentaban al carnaval queriendo obtener el primer premio a la mejor carroza y mejor presentación. La temática elegida fue “Mitos del Paraguay” construyeron una gran carroza, mucho más grande que la de años anteriores, es que consiguieron que el papá de Carlos les prestara su Scania, con decoración de cerros y praderas, cocoteros que cubrían en parte la entrada a las cuevas, por donde harían su aparición estos seres mitológicos.

También se propusieron hacer ellos mismos sus disfraces.

Cuando el día del carnaval llegó no podían estar más satisfechos con su trabajo. No se apresuraron en vestirse porque eran los últimos en salir.

Lisa y Marian, las únicas chicas del grupo, aunque parezca irónico en una carroza, se maquillaban mientras los chicos, en otro compartimiento intentaban entrar en sus disfraces.

Siete de ellos debían entrar en un solo disfraz, el del Teju Jagua un colosal lagarto con siete cabezas de perro, la idea era que ellos se posicionarían en la zona más alta de la carroza y moverían las cabezas como si estuviera vivo, solo eso, quedaría bien estéticamente y nadie sabría que eran ellos, esa fue la razón por la que los siete aceptaron ayudar. Un pequeño elevador los sacaría al exterior, porque era casi imposible moverse con el disfraz. Luis uno de los siete intentaba acomodarse, de pronto comenzó a sentirse extraño, y los demás chicos igual que él, cerró sus ojos por un segundo pensando que los nervios le jugarían una mala pasada, ninguno mencionó nada no querían arruinar el momento para los demás, después de todo fue un arduo trabajo. De pronto ya no se sentía como si estuviera dentro de ese incomodo disfraz, abrió sus ojos y miró hacia abajo queriendo ver su cuerpo dentro del disfraz, pero lo que vio fue un cuello con escamas verdes parecidas a las que habían fabricado, pero a la vez muy diferente. Ninguno supo como reaccionar ante lo que sus ojos veían.

Un grito del compartimiento de las chicas llamó la atención de los siete. La puerta se abrió dejando entrar a una criatura que se arrastraba por el suelo.

-       Ayúdenme, no puedo pararme… no sé lo que me pasa…- la voz entrecortada de Lisa resonó.

Una cabeza de loro con un cuerpo de serpiente, Mbói tu’i de quien se suponía que sería la temática del traje de Lisa se presentó ante ellos, Lisa soltó un grito desafinado al ver la apariencia de los chicos, sacando de su parálisis a estos que no pudieron más que gritar.

La chica se volteó y miró por primera vez su apariencia en un espejo, cosa que los chicos imitaron.

Mientras tanto en el otro compartimiento estaban los demás preparándose sin percatarse de lo que estaba ocurriendo, el ruido de la música y las batucadas de las otras comparsas hacía imposible que pudiesen oírse.

Jorge que se metía en el disfraz de Moñai, una gran serpiente con cuernos, de pronto perdió el equilibrio cayendo al suelo, no sintió sus brazos con los que se intentó sujetar, miró su cuerpo en el espejo y no pudo creer lo que veía.

-       Hey, ¿Qué fue ese ruido? ¿rompiste algo? – pudo escuchar la tenue voz de su hermano.

Pero Jorge no vio a su hermano Leo, sino a un hombre peludo con facciones totalmente diferentes a la de él.

-       ¿Quién… eres tú? – fue lo único que pudo pronunciar Jorge al ver al hombre.

Ambos se miraron sin poder reaccionar.

-       ¡AUCH! ¿Por qué duele cuando estiro esta cosa? ¿y por qué mis manos lucen así? – se quejó Mateo estirando la lana que rodeaba su cuerpo, pues él se disfrazó de Ao Ao, una criatura extraña parecida a una oveja que camina en dos patas – ¡Esta cosa no era así cuando me la puse!

Un olor nauseabundo comenzó a llenar el lugar.

-       Chicos… - la voz de Roque llamó la atención de los otros tres que no podían comprender la situación – algo anda mal – un perro negro de gran tamaño con un asqueroso olor se asomó en una de las esquinas donde se suponía que se encontraba el chico que se disfrazaría del Luisón.

Solo faltaba Marian que no encontraba su traje, aunque estaba segura de habérselo puesto.

-       Lisa ¿viste mi traje? no lo encuentro por ninguna parte – siguió buscando hasta llegar donde ella se encontraba, pero convertida en otro ser.

Marian estuvo a punto de gritar hasta que se vio en el espejo, no importaba cuanto maquillaje tuviera, esa era la cara de un niño, con ojos azules y una melena dorada, no una peluca de baja calidad.

Los trece jóvenes ahora convertidos en 7 criaturas extrañas se reunieron para tratar de comprender la situación en la que se encontraban. El miedo, asombro y confusión rondaba alrededor de ellos. No podían comprender lo que les había ocurrido… bueno, ¿Quién podría? Por el alboroto del carnaval nadie en el exterior se había percatado de lo ocurrido en la carroza.

Las cosas se pusieron peor, cuando Carlos, quien conduciría la carroza hizo acto de presencia en ese desastroso escenario. Al ver a todas esas aterradoras criaturas donde se suponía que debían estar sus amigos, el pánico se apoderó de él y sin escuchar lo que esos seres querían decirle salió corriendo y pidiendo auxilio.

Tal vez si hubieran intentado detenerlo o si hubieran buscado alguna forma de escapar rápidamente de esa zona tan concurrida por la ocasión, hubieran podido salvarse de aquel horrible acto.

Rápidamente las personas de aglomeraron alrededor de la carroza, golpeando y destruyendo toda la ornamentación, al ver lo que se encontraba dentro, los gritos de horror no se hicieron esperar. Los guardias del evento apuntaban a las 7 criaturas que no habían hecho nada, sus suplicas no fueron escuchadas y al primer intento de acercamiento del Moñai, una bala fue disparada, y gracias a los reflejos que desconocía tener pudo esquivarlo, pero no por completo, la bala fue a impactar en la punta de su cola.

Los demás guardias comenzaron a disparar y el instinto primitivo de los 7 hizo que se abalanzaran a la injusta pelea.

Los primeros rayos del alba iluminaron los cerros y los verdes campos lejos de la zona urbana, un camino de pastos rotos y aplastados, teñidos de rojo carmesí se extendía hacia uno de los cerros, cuando las personas intentaron seguirlo tentados por su curiosidad, el camino desapareció sin que ellos nunca pudieran saber a dónde llevaba.

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