El árbol de cristal

 


Desde muy pequeña Tara había soñado con ver la cosa más hermosa en el mundo, apenas llegó a la edad necesaria para explorar el mar, salió de su casa junto a un grupo de su especie.

-       El mar es inmenso y hay muchas cosas hermosas que podrás ver, disfrútalo – fue lo que le dijo su padre antes de marcharse.

Encontró grandes arrecifes de coral, glaciares tan grandes que no podía divisar su fin, criaturas de todo tipo, hasta estructuras hechas por los terrestres que habían sido tragadas por el mar. En efecto hay muchas cosas hermosas en el mar, pero no era lo que ella buscaba, o más bien no lo que ella había soñado.

-       ¿no estamos dando vueltas en círculos? – preguntó al percatarse de que ya habían recorrido más de una vez esa zona.

-       Es la ruta designada por nuestros antepasados, no podemos cambiarla – respondió el líder de su grupo.

-       Y que hay de afuera, en la superficie ¿no podemos salir, dar un paseo y echarle una miradita?

-       Espero que estés bromeando, sabes los peligros que acechan en esos lugares, por eso nuestros ancestros escaparon al mar.

Con lo dicho sabía que no podía hacerle cambiar de opinión y simplemente no insistió.

A la mañana siguiente, Tara fue la primera en despertar, ignorando la advertencia del líder salió a la superficie, no tenía planeado tocar tierra sólo mirar desde lejos, pero algo cambió sus planes.

Una luz proveniente de un acantilado llamó su atención, ¿Qué podría causar esa luz? Se preguntó, su curiosidad era tanta que no pudo aguantarse y salió del mar por primera vez en su vida.

Entre tropezones y caídas que rasparon sus rodillas, llegó hasta el lugar de donde provenía esa luz.

Un enorme y brillante árbol de cristal capturó sus ojos. En ese momento lo supo, había encontrado la cosa más bella en el mundo, aun si esa era la primera vez que salía a la superficie, estaba segura de ello.

Pasó todo el día ahí parada admirando el árbol, recién cuando la noche llegó volvió al mar para enterarse de que sus compañeros se habían marchado sin ella, tras pensarlo mucho, seguir a sus compañeros o quedarse con aquello que había soñado toda su vida, finalmente decidió quedarse.

Los días pasaron, todas las mañanas salía del mar y se dirigía al acantilado donde se encontraba el árbol. Pasaba sus días recostada en su tronco observando sus ramas traslucidas y nunca se cansaba de hacerlo. Por las noches volvía al mar para descansar.

Hasta que un día, una persona la vio acercarse al árbol.

-       Señorita espere- conocía su lenguaje, pues debía conocer los distintos idiomas humanos antes de salir de casa- no se debe acercar mucho al árbol de cristal.

-       ¿Por qué no?

-       El árbol contiene un veneno que hace que cualquier persona que se le acerque demasiado muera en cuestión de segundos- explicó el extraño- puede verse hermoso, pero eso no significa que sea bueno, le recomiendo que se aleje.

El hombre se continuó su camino, esperando que la joven hiciera lo mismo.

Tara en cambio no le creyó y volvió junto al árbol. Las historias que le contaron sus padres sobre los horribles actos realizados por los terrestres hace ya muchos años llegaron a su mente y comenzó a temer que quisieran hacerle daño al árbol.

-       Lo que no entienden, lo destruyen- murmuró para sí misma.

Desde ese momento decidió no dejar solo al árbol, abandonando por completo el mar.

El invierno se acercaba y por su salud ella debía ir a un lugar más cálido, pero se negaba a alejarse del árbol. La temperatura comenzó a bajar progresivamente, la comida estaba escaseando y Tara cada día se ponía más débil. Ella se recostó sobre el tronco del árbol y cayó en un profundo sueño.

Cuando el invierno acabó unos pueblerinos que recorrían la zona se aproximaron al árbol de cristal. Grande fue su sorpresa al ver que una bella jovencita de cabellos plateados se encontraba cristalizada junto a ese hermoso árbol.

El tiempo pasó y más personas venían a observar a la joven atrapada en el tiempo y al árbol de cristal que la mantenía cautiva.

Se volvió un atractivo turístico y una leyenda de los residentes del pueblo más cercano, a la que comenzaron a llamar “la dama dormida en el árbol de cristal

 

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