El dragón y la sirena

 

Salir de ese gran bosque le fue más difícil de lo que pudo imaginar, el cansancio y el dolor se apoderó de él al llegar al lago. La flecha envenenada comenzaba a hacer efecto en él, no es como si pudiera matarlo, pero el dolor comenzaba a ser insoportable.

Sus piernas ya no podían continuar haciendo que cayera al suelo a solo unos metros del agua.

Si sus enemigos lo encontraban le sería imposible escapar, si sus aliados lo encontraban en este estado su orgullo caería al suelo, lo mejor para el seria quedarse ahí hasta que los efectos del veneno pasaran y luego volver él solo.

No podía seguir despierto, aunque se encontrara inconsciente igual podría sentir si había alguna amenaza cerca. No se imaginaba que había alguien observándolo desde el lago.

Una sirena que lo vio llegar se mantuvo expectante hasta el momento. Sabía que su condición no era buena, y debatía internamente si ayudarlo o no.

-       El necesita ayuda, pero por otro lado es de la tribu de los dragones, si se llega a enojar puedo convertirme en pescado frito, pero si lo dejo así, seguirá sufriendo- las sirenas pueden llegar a ser seres muy cobardes e indecisas, al igual que muy bondadosas – no, no puedo dejarlo así.

Utilizó el agua para acercarlo un poco más al lago, quitó la flecha con cuidado intentando no causarle dolor, un leve movimiento del dragón alertó a la sirena que se zambulló lo más rápido que pudo, al darse cuenta que no despertó sacó un poco su cabeza a la superficie para estar segura. Siguió con el procedimiento utilizando sus habilidades curativas.

-       Ya está – exclamó en un susurro – ahora debería irme seria peligroso si vinieran elfos y me atacaran a mí también – reflexionó- pero él, tampoco está en condición de luchar, aunque su especie era más fuerte que la mayoría de las criaturas, pero sigue teniendo veneno en su sistema – sus ojos se fijaron en el chico de cabellos carmesí- bien, me quedaré un poco más, es mejor que despiertes lo antes posible.

La sirena se quedó al lado del dragón mientras él dormía.

Sus ojos se abrieron de golpe e intercambiaron miradas por un breve momento. Ella se sumergió en el agua tan rápido como pudo dejándolo a él en la orilla del lago.

El dolor era casi imperceptible. No importa cuanto lo pensara esa sirena lo curó, pero, ¿Por qué?

Todas las criaturas hacen cualquier cosa esperando algo a cambio, para él esa es una verdad universal sin excepciones.

Al siguiente día el dragón volvió al lago. Y se sentó a esperarla, lo que él no sabía es  que la sirena ya se había percatado de su presencia y se negaba a salir por el miedo desarrollado al escuchar los rumores sobre los dragones.

¿Por qué esta aquí? ¿sabrá quién soy? ¿estará enojado? Yo no soy ninguna rival para un dragón. Solo tengo que calmarme, seguro que se aburrirá y se irá.

Los pensamientos de la sirena parecían un torbellino.

El día ya estaba acabando y al contrario de sus especulaciones el dragón seguía ahí. Tras pensarlo bastante ella decidió salir, seguía estando en su elemento tal vez podría escapar si algo llegara a pasar.

Se asomó para ver al dragón y este la vio al instante. Un escalofrió recorrió el cuerpo de la sirena.

-       Gracias por ayudarme el otro día- exclamó el dragón con sus ojos dorados fijos en la sirena.

-       No es nada- la sirena apenada intento no tartamudear al responder.

-       ¿Qué es lo que deseas a cambio?

-       Eh- esa pregunta la tomó por sorpresa.

-       ¿Y bien?

-       Yo… yo no quiero nada, solo pensé que necesitabas ayuda y… bueno…

-       Así que no lo has pensado… - el dragón tomo una pausa ante la mirada confundida de la sirena – volveré mañana, piensa hasta entonces que es lo que quieres.

Sin despedirse el dragón se marchó dejando atónita a la pobre sirena.

Esa noche la sirena no pudo dormir, si el dragón se volvía a aparecer ¿Qué se supone que le diría? Se encontraba en una situación complicada, y con todo su ser deseaba que el siguiente día no llegara.

Y ahí se encontraba él, esperando por ella a primera hora del día.  

Tímidamente se asomó en el agua.

-       ¿Ya decidiste lo que quieres? – pregunto sin rodeos.

-       Yo… realmente no deseo nada.

-       No puedo creerte eso.

-       ¡seamos amigos! – exclamó imprudentemente ante la mirada del dragón- ¡ese es mi deseo!

Tarde se dio cuenta de lo que dijo la mirada confundida del dragón casi la hizo entrar en pánico.

-       ¿amigos?

El dragón bajo su mirada sumergiéndose en sus pensamientos.

-       Entiendo… - tras unos largos segundos el dragón por fin respondió- haré lo mejor que pueda.

Tras decir esto el dragón se fue dejando a la sirena totalmente confundida.

Los siguientes días el dragón se aparecía por el lago a la misma hora. Al principio a ambos les era incomodo, pero con el pasar del tiempo comenzaron a encontrar tranquilidad en la compañía mutua, realmente no tenían nada en común aun así, siempre encontraban algo de que charlar. Los días pasaron rápidamente y se volvieron muy cercanos. Hasta que de pronto un día el dragón no apareció, la guerra con los elfos había empeorado además no quería poner en peligro a la sirena, pero tampoco pudo avisarle, así que pasaron los días y ella lo esperaba ansiosa. Cada día al llegar la noche un sentimiento de dolor y tristeza la torturaba.

-       Te extraño- susurraba al viento antes de marcharse al atardecer.

Ella no perdía la esperanza y lo esperaba cada día.

Se quedó dormida sujetada a una roca en la orilla, las noches de insomnio y despertar temprano la tenían agotada. Al abrir sus ojos lo vio a él.

-       Te extrañé – exclamó con una sonrisa no muy común en él.

-       Yo también te extrañe – respondió ella con lagrimas en los ojos al igual que una gran sonrisa en su rostro.

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